jueves, 26 de julio de 2012

Mutante


Mira que me gustan los X-Men, y si hubiera tenido que escoger me habría gustado ser Lobezno, o Jean, o Tormenta.

Pero no.

Soy alérgica al sol.

Era algo desconocido hasta ahora, aunque en años anteriores ya habían aparecido algunos síntomas...

De pequeña, cuando vivía en Barcelona, me ponía morena con mucha facilidad. Cuando vine a Madrid, la falta de playa hizo que mi piel se volviera más lechosa y me costara más ponerme morena, además de que el moreno nunca volvió a ser como aquel de años anteriores. Ahora, tras perder el hábito de ir a la playa durante varios años, suelo pasar primero por el tono  bogavante para terminar en un tono un pelín más oscuro que el natural de mi piel pero que ni de lejos es un bronceado bonito.

Este año compramos protección del 20. Nos untábamos bien antes de salir de casa (como debe ser) y cada vez que salíamos del agua o empezábamos a notar el sol. No me quemé, y empecé a ponerme morenita enseguida, pero… horror: también empecé a mutar.

La frente empezó a inflamarse por arriba, donde nace el flequillo. Sin haberme quemado ni nada. Al principio solo un poco. Después, César empezó a referirse a la hinchazón como Tu Segundo Cerebro. Mi segundo cerebro iba digi-evolucionando día a día. Primero estaba en la raíz del pelo, más o menos haciéndome parecer algo así...






Luego bajó a ocupar toda la frente, de ahí se colocó entre las cejas, y al final entre los ojos, ensanchando el puente de la nariz y haciéndome tener lo que en mi familia llamamos ojos de león – es muy curioso, se hincha la separación entre los ojos y la zona de los lagrimales dejándote los ojos como si fueran los de un león. Mola, pero mejor para carnaval. Cuando aquello estaba en pleno apogeo y mi segundo cerebro estaba a punto de pedirse una caña para él cada vez que nos sentábamos en una terracita, tuve que pasar por la farmacia a enseñárselo para que me dieran algo. Me mandaron una crema de protección 50 para la cara (ni aunque hubiera estado a 1 kilómetro del sol me habría quemado) e ibuprofeno, para bajar la inflamación. Y de paso que no tomara el sol (¿¡¿estamos locos o qué?!?). Aprovechó para decirme que eso no era nada, que ha visto entrar a guiris mutados en langostino hasta con bigotes.

Pero eso no era todo. No solo me había convertido en Doscerebros.  También en Pulgoso. Shit! Cuando pensaba en que me gustaría ser Lobezno no era para rascarme detrás de la oreja con la pata de atrás...

Mi cuerpo se llenó de sarpullidos. He de decir que años anteriores ya se habían manifestado ante la exposición prolongada al sol, en los brazos y, sobretodo, en las piernas. Pero lo de este año fue una pasada. Y picaba… madre mía lo que picaba aquello. Dedos, manos, pies, antebrazos, brazos, espinillas, muslos, tripa, espalda,… llenos de ronchas coloradas y millones de sarpullidos.

Vamos, guapa guapa.

Lo mejor era encima estar rodeada de alemanas rubísimas, guapísimas, altísimas, pechugonísimas y con culos perfectos. Por lo menos César no tuvo mucho tiempo para mirarme y darse cuenta de en lo que me estaba convirtiendo…

El segundo cerebro desapareció un par de días antes de venirnos. Las ronchas todavía las luzco, aunque me quedan pocas.

¿No podría ser alérgica al polen, como todo el mundo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario