viernes, 6 de julio de 2012

Vooolaaareee, uoooooooo!!


No sé cuántos de vosotros tendréis miedo a volar. 



Para mí, el avión es una máquina de matar. Antes no me pasaba esto. Recuerdo viajar entre Madrid y Barcelona con mi hermano solos desde muy pequeños y me encantaba.

Y entonces llegó Lost. Parece una tontería, y quizá lo sea, pero desde que vi esa serie me posee el terror más absoluto cada vez que tengo que subirme a un avión. Me agarroto, estrujo la mano a César, dejo de verle y oírle y solo oigo los ruidos del avión. Todos, hasta los que no existen.

Encima, siempre voy en ventanilla, por si veo algo. Algo. No sé el qué. Es como cuando miras debajo de la cama por si hay alguien. Y el día que haya alguien, ¿qué? Pues lo mismo que el día que vea algo por la ventanilla del avión.

La primera vez que me pasó fue volando a Granada. Yo no me lo esperaba, nunca me había pasado ni había sentido miedo antes ni durante el vuelo. Pero fue encenderse los motores y entrar en crisis. Se me desencajó la cara y César tuvo que ponerme los cascos con música alta para que yo no oyera los ruidos del avión. Todo el viaje así.

Es aún peor cuando volamos sobre el mar. No solo podemos estrellarnos. Es que se nos comerían los tiburones. El verano pasado fuimos a Fuerteventura. De la ida no me acuerdo, yo creo que me pongo tan nerviosa y sudo tanta adrenalina que entro en un estado de semiinconsciencia y luego soy incapaz de recordar nada. Pero la vuelta… ay la vuelta... Al despegar, entre todos los ruidos que se oyen y los que además solo oigo yo, dejé de oir un motor. Ya estábamos bien alto, pero se paró. Así sin más, dejo de oírse. Sé que me pongo blanca, porque lo noto, siento el cosquilleo de la sangre desapareciendo de mi cara. Sé también que empecé a repetirle a César que se había parado un motor. ¡¿¡¿¡¿Es que solo me doy cuenta yo?!?!?! Yo veo a César mover los labios, pero no le oigo. ¿¡¿Y las azafatas?!? ¿¡¿Es que nadie va a hacer nada?!? Se ha parado un motor, vamos a morir. Para entonces, el tono de mi voz debía haber subido lo suficiente como para que César se pusiera nervioso, no por lo del motor, sino por lalocaquenodejaderepetirquesehaparadounmotor. Seguía sin oírle, pero cuando ya me sujetó por los brazos y me obligó a sentarme bien (porque debí levantarme en algún momento de la crisis), empecé a oírle. Que me callara, y que me sentara. Él también lo repetía muchas veces, muy serio, y debía llevar un rato. Y va y me dice que el avión planea. Ja. Que planea dice! Mejor me siento. Y me callo.

En dos semanas me marcho otra vez a la playa. Estoy barajando la posibilidad de meterme un Lexatin o un Orfindal pal cuerpo y desmayarme en cuando me siente. Con un poco de suerte, antes.  

1 comentario:

  1. Pues si llegas a ir en la tartana en la que fui de viaje de fin de curso a Grecia... Un vuelo de más de tres horas en una especie de autocar que, por no tener, no tenía ni puerta en la cabina sino una cortinilla. Yo pensaba que nos ponían a remar, en plan galera de Ben-Hur, para que no se cayese y poder tirar p'alante...

    De momento no me dan miedo los aviones, al contrario, pero también es verdad que no he visto ni diez segundos de Lost, así que vaya usted a saber...

    Hay que ser positivos; tu piensa que con un accidente de avión no te quedas tonta. Y si es sobre el mar, hasta queda bonito porque es como esparcir tus cenizas por el vasto océano (en realidad tus mondongos churruscaos, pero dicho de la otra manera queda más glamouroso)

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