domingo, 23 de diciembre de 2012

El fin del mundo

Ya no habrá Junio del 2014. Ni cajita de música de Amelie (http://www.youtube.com/watch?v=QAWYThJmS3A) en la mesilla de noche. Ni compartir duchas. Ni McAutos. Ni ...ni siquiera sé si... Ni volar con el Twingo marcha atrás. Ni llevarte a los búnkers, en Barcelona. Ni a mi Tibidabo. Ni un cuadro de millones de bolas de colores llenando San Francisco. No habrá cenas de Navidad en nuestra casa, con tus padres y los míos. No habrá un día en que te diga que estamos esperando a Jon, o a Martina. No habrá más cines con nachos, palomitas, Nestea y Coca-cola light. No habrá bailar canciones de los 60. Ni ...uaiii aaaaiiii aaaiiiii aaaaiii... de Danny a Sandy. No sonará más el teléfono de mi casa y serás tú. No montaremos en la moto para ir al centro por la noche, a ver algún musical o concierto, agarrada a tu cintura. No más besos. Ni conciertos de Coldplay, ni de Muse, ni de Russian. No planearemos más viajes. No habrá orejas de Minnie Mouse en Eurodisney. Ni montar en un avión con Modern Family a toda pastilla mientras te estrujo la mano. No tendré la oportunidad de darte el espacio que dices ahora que querías. No podré salir más con tus amigos, ni angustiarme por si no les caigo bien. No habrá más patatas Vips, Louisiana y quesadillas de jamón y dos quesos. Ni cenas mexicanas en casa. Ni italianas, con carta de menú y todo. Ni más ...and I don't want to go home right now... No iremos a recoger a Dumbledore a una protectora, cuando sea chiquitín. No dormiremos la primera noche en nuestra casa en un colchón en el suelo ni cenaremos unos sandwiches rodeados de cajas por abrir, pero en nuestra casa. No llevarás a nuestros niños al cole. No habrá habido un autobús por Velazquez. Ni un beso en el portal mientras llovía. No más fotos. Ni álbumes para nuestra casa. No veremos más The Walking Dead con la boquilla para dos cascos que tengo sin estrenar. No compraré más regalos de Navidad, ni de cumpleaños. No más 26 de octubre. No montaremos más en bici, con tu equilibrio. No habrá más viajes a Fuerteventura, ni soñaremos con tener allí una casita cuando nos jubilemos. No podré morderte más el labio, ni siquiera sin querer. No rellenaré el hueco entre tus hombros para que me rodees en un abrazo como si estuviéramos hechos a medida. No nos enfadaremos, ni nos reconciliaremos. No más tonterías hechas a mano. No al baile de Grease. No iremos a California, ni a Orange County. Nada de Hello Sunshine. No te podré decir antes de que me preguntes ¿y mi...que la chaqueta que buscas está en el armario, las llaves en la entrada y el móvil en el bolsillo del abrigo. No verte sentado al final del aula el día que presente el proyecto, ni que seas el primero que me abrace, orgulloso. No buscaremos piso. No compraremos muebles, ni una tele gigante para ver pelis los sábados por la noche o los domingos por la tarde. No te contaré lo interesante que está el libro que me estoy leyendo, ni me agarraré a tu brazo en el cine cuando vaya a pasar algo importante, ni nos miraremos cuando pase algo bonito. No seremos los abuelitos de Up. Tu sonrisa no será para mi. No habrá complicidad nunca más. No llevaré un anillo tuyo. Desaparecer del mural de las parejas para toda la vida. No gustarte yo y todo lo que me rodea. No más planes ni sueños. No despertarme más a tu lado en la cama, con el calor que das. No ir a ver las luces de Navidad por el centro. No prepararte desayunos, con café, cola-cao, tostadas, mermelada, frambuesas, papaya, jamón, queso y bollos. No decirte si lo que llevas pega. No reirnos de la falda y camisa que me regalaste en nuestros primeros Reyes. Ni poder decirle a tus hijos que los gemelos de la Vespa fueron los primeros que me regalo mamá. No contar nuestra historia. No ser especial. No cogerte la mano más. No oirte decir que estoy guapa, aunque esté espantosa. No decirle a Martina que ese chico no te gusta. No ver el micra aparcado en el paso de cebra. No esperarte al salir del trabajo. No subir las escaleras de casa contigo pellizcándome el culo. No tirarme de un salto a la cama y que te eches encima besándome y riéndote porque te encanta que haga eso. No oirme decir más Eclippppppppse. No verte bucear, con lo que te gusta. No correr desnudos por la playa. Ni ver NY en Navidad.  No habrá Opel Mokka. No habrá un Si, quiero. Nunca. No estarás en los mejores momentos de mi vida. Ni en los peores. No ampliaré tu colección de películas. Ni las veré en mi salón. No bailaremos juntos el Gangnam Style. No jugaremos más al Lego Batman (yo Batman, tú Robin), ni al Lego Indiana Jones (yo Indi, tú la chica), ni al Lego Star Wars (yo Obi Wan Kenobi, tu Amidala) ni Piratas del Caribe (yo Jack Sparrow, tú Elizabeth Swan), que no llegamos a estrenar. Ni te haré mi salto magistral tocando Moonsoon en el Guitar Hero. Ni fliparé con cómo tocas la guitarra. No me bailarás más el Señorita. No te veré tomarte cervezas gigantes mientras yo tomo coca-cola. No habrá piques Atleti-Barça en casa. No cantaremos a voz en grito en el coche. No te pediré que fumes en la cocina, o en la terraza. No les contaremos a nuestros nietos que nos conocimos en la universidad, y que tú ibas de rapero y yo de pija. Ni que llevamos 50 años juntos. No podré pensar en ti cuando oiga canciones. No soltaremos farolillos en nuestra boda. Ni seré para ti la novia más guapa del mundo. No irás los sábados por la mañana a ver a Jon jugar a fútbol. No volveré contigo a casa después de una noche de fiesta. No iremos de compras. No abriremos una cuenta en el banco a nombre de los dos. Ni te llevaré a Egipto. No olerá más mi cama a 212. Ni la tuya. No habrá más piscolapis, como tú dices, en casa: aceitunas, patatas y berberechos. No contaré más las horas que faltan para verte. No me contarás qué tal en el trabajo, ni que te han ascendido. Ni lo celebraremos en el Huerto y la Brasa con unas setas rebozadas y carne a la piedra. No iremos a comprar los juguetes de los niños para Reyes. No me contarás como va Dexter, ni True Blood. No elegiremos los muebles de la cocina. No haremos más la compra juntos en el Mercadona. No acariciaré tu nuca. No superaremos obstáculos. No pensaremos en el miedo que nos da que un día nos pase algo y nos perdamos, que te mueras antes que yo o que me muera antes que tú. No habrá más risas, ni más lágrimas.

Solo vacío.

Los mayas se equivocaron. La llegada del fin del mundo tal y como lo conocemos no fue el día 21 de diciembre. Fue el día 2. 

Y solo me enteré yo.